LA NAVAJA DE BOTIS. Fascículo 38, Una nueva visión

En los últimos dos fascículos te hablé de “desaprender” y “volver a empezar”. Y fue porque ya hemos desgranado cada una de las vías metabólicas (los motores) en las que se suele dividir el funcionamiento de tu organismo para darle sentido a las infinitas reacciones, sinérgias y adaptaciones que se producen en él durante el proceso de entrenamiento y que son totalmente inaprehensibles para nosotros. Podemos decir que vengo haciendo una simplificación exagerada para que tengamos una base sobre la que empezar pero quería escenificar esa simplificación de una forma visual y lo he hecho de una forma que te gusta, con dibujos míos hechos a lápiz.

Primer gráfico: así puede ser como te he esquematizado el funcionamiento de tu organismo. Así de simple resulta por ejemplo para quien te cuenta en un vídeo de un minuto que a “X intensidad” mejoras tu consumo máximo de oxígeno y que a “Y vatios” estás haciendo un trabajo neuromuscular.


En el segundo dibujo vemos una gráfica semejante a algunas que puedes encontrar en distintas publicaciones en la red, en ella te expongo a groso modo como va variando el aporte energético de cada vía metabólica a medida que aumenta la intensidad. Se utiliza bastante pero adolece de un grave sesgo: como relaciona el aporte de las distintas vías en porcentajes hace que parezca que alguna vía metabólica deja de trabajar para dejar paso a otra, y afirmar eso es una falacia.


En la tercera gráfica plasmo lo que sería el aporte neto de cada vía. Eliminamos el sesgo de los porcentajes del caso anterior y vemos como las distintas vías metabólicas no van alternando entre ellas en el aporte de energía, sino que van aportando más y más en la medida que les vamos demandando. Cada una dentro de sus capacidades.

- ¿Indefinidamente?


Para responder a aquella pregunta ponemos a nuestro deportista ficticio en un rodillo a la intensidad en vatios a la que le hemos estimado aproximadamente su consumo máximo de oxígeno y obtendremos algo parecido a esto:


Analizando los distintos marcadores que se suelen utilizar veríamos como el aporte de la vía lipolítica seguiría siendo constante (ese motor Barreiros que nunca deja de empujar), la energía aportada por el glucógeno subiría rápidamente hasta llegar a su máximo aporte haciendo una especie de meseta para empezar a bajar a los pocos minutos, momento donde ante la falta de capacidad de esta vía comenzaría a aportar con mayor predominancia la vía de los fosfágenos, porque nuestro deportista tiene mucha voluntad y no quiere ver bajar la cifra de los vatios en la pantalla.

Pero esto serían test de laboratorio. ¿Qué pasaría en una carrera? Pues he querido dibujar en otra gráfica una carrera máster, en la que después de la neutralizada y unos kilómetros planos nuestro deportista sale a un cambio de ritmo en el que se trata de hacer sin éxito una fuga y ya en la parte final se sube un pequeño puerto en el que hace un esfuerzo grande para entrar bien colocado, se sube rápido y se vuelve a hacer una selección en los últimos 500m. En una última zona favorable va pasando a los relevos en el pequeño grupo que se ha formado en cabeza para no ser alcanzados por detrás. De nuevo un fuerte cambio de ritmo para entrar enfilados en la recta de meta y el sprint final.


Parece complejo. Pues bien, en la pasada semana te contaba como creo que tu organismo se parece bastante a un restaurante (si te lo has perdido es buen momento para echarle un ojo). Esas colaboraciones son constantes en el organismo y las distintas partes y sistemas van adaptando su funcionamiento y generando sinergias en cada momento según las demandas del esfuerzo que le exiges. Es muy fácil de observar a nivel biomecánico: ese corredor que en el inicio del puerto pedaleaba con una clase descomunal en los últimos metros parece que se va a descalabrar en cualquier momento. Está compensando debilidades que van apareciendo por la fatiga, “quitamos personal de una parte del restaurante para que ayude en la parte donde hay más acumulación de trabajo”. Por eso, lo primero que hace es bajar la cadencia, las contracciones más prolongadas propician que entren en juego más fibras musculares, se pone más de pies, tira de los riñones, pega “chepazos”. Sería ridículo pensar que sinergias de este tipo no suceden a otros niveles, aunque no sean tan obvias, o incluso imposibles de demostrar. Todo esto nos daría una gráfica de esa carrera como la que te dibujo a continuación:


He respetado los mismos colores para cada vía metabólica. Ves como van entrando en acción con más o menos intensidad según demandemos más o menos energía y el propio organismo va repartiendo “el personal del restaurante” según se va presentando el trabajo. No es lo mismo “montar un mesa para cuatro” a primera hora que hacerlo al final del servicio cuando “la loza se acumula sobre la barra”.

Seguiremos dando vueltas a esto…

¡Nos leemos aquí y nos saludamos en la carretera!

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